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viernes, 19 de agosto de 2011

Justin Bieber reduce a los laicos


Horas de espera para ver a Benedicto en pantalla gigante
En Madrid hay tiempo para todo. Para estar con el papa, ir a museos, ver iglesias y también templos. Hasta los del Real Madrid. Daniel Torreiro, un árbitro de Oleiros que estudia en la Escuela Forestal de Fonteboa, en Coristanco, va a tomar el metro en la estación que hay justo frente al Bernabéu. Se le reconoce por el idioma. Va con un grupo de la escuela. La noche anterior fue larga. No madrugó. «Y ahora vamos a comer, tomar o café e despois xa imos para Cibeles», explica David Calonge, profesor del centro.
En el otro extremo de Madrid, justo frente a otro estadio, el Vicente Calderón, otro grupo de chicos de Lugo, Meira, Sarria y Monforte comen una pizza antes de acercarse hasta el centro para poder hacerse un hueco entre la multitud que empieza a rodear Cibeles. Hubo gente que ya pasó la noche allí. Y ellos no quieren que les ocurra lo del primer día. «Llegamos tarde a la misa de Rouco y la tuvimos que ver lejos por una pantalla», cuentan.
Porque la ciudad está inundada. Las calles, el metro, los autobuses... «No preveíamos que hubiera tanta gente, la verdad. Estamos saliendo continuamente», comentaba la noche anterior el conductor de un autobús.
«A ver se vemos a Patricia»
Aunque madrugan y se acercan tres horas y media antes de que el papamóvil transporte al Santo Padre hasta la Puerta de Alcalá, los de Lugo vuelven a estar prácticamente en el mismo lugar. En medio del paseo del Prado, inundado de jóvenes tendidos al sol y salpicado de puestos del top manta, de banquetas a cinco euros y botellas de agua a uno, instalan la bandera gallega. Les interesa ver bien el recibimiento de Benedicto XVI en Alcalá porque allí está una de sus compañeras. «A ver se vemos a Patricia», repiten.
Mientras, en la pantalla van desfilando los cincuenta chicos de los cinco continentes encargados de recibir al papa. Atentos, no pierden detalle. Esperan ver a su compañera. La realización no se lo permite. Pero están contentos, no dejan de cantar.
Esa es su arma. Fue con música con lo que el día anterior acabaron disolviendo a los que no comparten su fe. «Íbamos no metro e un chaval mirounos como dicindo que estabamos majaretas. As rapazas puxeron un tema de Justin Bieber, ¿chámase dese xeito? Entón mirounos raro, sorprendeulle. Ao final despediuse de nós e tan amigos», cuenta el sacerdote de La Milagrosa y capellán del ULA, en Lugo, José Antonio Adrio. Y algo parecido les ocurrió a otro grupo cerca de Sol, justo antes de los disturbios con la policía del miércoles por la noche. «Pero os rapaces empezaron a cantar e xa marcharon», explica otro miembro de la comitiva.
Y José Antonio no dudó en agradecer a la policía lo que hicieron. «Hoxe [por ayer] atopei un policía e dinlle as grazas por defendernos. E contestou ??porque os lo merecéis??».

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