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sábado, 19 de noviembre de 2011

No soy una Bieber

Miren, yo soy una Bieber, pero desde luego no estoy obsesionada con él. Me gusta muchísimo porque es mi ídolo, pero no todas las Bieber son gritonas ni nada por el estilo, no todas son iguales. Justin es un chico impresionante, tiene un corazón enorme, y como persona humana hay muchas veces en las que se equivoca, pero las Bieber (no obsesionadas) son las que en los momentos en que se equivoca son capaces de criticarle pero seguir dándole oportunidades porque no lo abandonarían nunca. Hasta aquí puedo escribir. ¿Saben de qué va la cosa? 
Lo anterior lo escribe una chica a raíz de la segunda visita de Justin Bieber, el ídolo canadiense, a El hormiguero la otra noche. Arrasó. Más de tres millones ante la pantalla. He visto un vídeo de la llegada a los estudios, de la espera de la turba que no pudo entrar, de los gritos, de la locura. El cantante se asomó al balcón y la peña rugió. Venga, hombre. Más, mucho más que cuando sacan al papa de Roma. Por favor. No hablamos de Ratzinger y sus dificultades para parecer empático. Hablamos de Justin Bieber. 
No he tenido que recuperar partes del programa para escribir la columna. Vi en directo un cacho. La parte en que salió uno del equipo, Jorge Marrón, dando patosos y ridículos saltos. Suficiente. A la misma hora, en la excadena de Motos, Luján Argüelles cerraba los establos a los granjeros que le han restregado la cebolleta a las chonis que aspiraban a ser sus esposas. No sé si a Justin Bieber le gusta restregar la cebolleta en plan granjero o se la coge con guantes de látex. Da igual. Una, si fuera chica Bieber, enloquecería, y también perdonaría sus errores, pero como persona humana -no obsesionada-, por dios, la cebolleta de un granjero. 

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